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‘A esmorga’, un reflejo de tiempos oscuros

 

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Para el director de A esmorga, Ignacio Vilar, el cine es intentar llegar a la verdad. Y verdad es lo que refleja su película. Una verdad desagradable. Fea, gris, sin un final feliz con el que volver a casa.

Su conclusión nos deja el estómago encogido. En silencia. Sin palabras. Nos toca. Pero es una verdad necesaria, que grita que no todo en el cine es evasión. Que el cine también tiene que provocar. Y esa sensación es la que produce A esmorga, nueva adaptación del gran clásico de las letras gallegas.

11JunioBlancoAmorEduardo Blanco Amor escribió en 1959 y en su idioma gallego A esmorga desde su exilio en Argentina. En el libro describió su Galicia tal y como la tenía presente desde la distancia, ofreciendo un relato trágico que narra el autodestructivo viaje a ninguna parte de sus tres protagonistas: Cibrán el castizo, el Bocas y Milhomes que pasan 24 horas de esmorga[1] en los arrabales de la ciudad de Auria, trasunto literario de Ourense en el que los tres hombres se beberán la vida en un acto de rebeldía contra aquella sociedad que les tocó vivir y el puesto que se les ha reservado en ella. Una carrera en la que se llevarán todo por delante sin posibilidad de dar marcha atrás.

Esta, una de las novelas capitales de la cultura gallega que recientemente ha reeditado, completa y sin censura, Editorial Galaxia dentro de su sello Mar Maior, es ampliamente conocida en su lugar de origen. Lectura obligatoria de Bachillerato allí durante los años ochenta, es tan popular, que ha batido todos los récords de taquilla.

Y es que hay otros relatos ebrios, pero pocos retratan la locura del espirituoso y ese itinerario hacia el infierno como lo muestra el filme de Vilar. Mérito que hay que reconocer en su justa medida a sus magníficos protagonistas: Castizo (Miguel de Lira), el Bocas (Karra Alejalde) y Milhombres (Antonio Durán ‘Morris’), que saben introducirse en esa atmósfera líquida, densa como la lluvia que moja a los personajes por fuera como el aguardiente los abrasa por dentro.

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A bote pronto uno recuerda otros descensos etílicos que nos ha ofrecido el cine, como Despertar en el infierno (Wake in Fright, Ted Kotcheff, 1971) o la alucinógena y atmosférica Dementia (John Parker, 1955), que para el que esto escribe retrata la soledad y la atmósfera de pesadilla en la que puede desembocar una intoxicación etílica o de barbitúricos. Historias que no buscan redimir a sus protagonistas como Días sin huella (The Lost Weekend, Billy Wilder, 1945) o Días de vino y rosas (Days of Wine and Roses, Blake Edwards, 1962).

A esmorga llega más lejos. La rebelión de sus protagonistas tiene más alcance que el que tiene una simple juerga. Se trata de toda una rebelión. Cierran puertas tras de sí  con tanta facilidad como cierran bares y burdeles. Queman barcos, huyen del claustrofóbico ambiente que conforma esa Auria gris, fría y lluviosa, cuarto protagonista de un filme y representación de la sociedad española de la época a la que los protagonistas plantan cara. Reflejo de tiempos oscuros en el que no están ausentes otros temas como la conciencia de clase y la homosexualidad.

Parranda-958013944-largeLa obra de Campo Amor ha sido adaptada para teatro y televisión. Gonzalo Suárez rodó en 1977 Parranda, que inicialmente era un proyecto del orensano Eloy Lozano con guión del propio Blanco Amor, pero al pasar a manos de Gonzalo Suárez, reescribió el guión añadiendo unos cambios que no acabaron de agradar al escritor, que tras ver el filme, quedó con la esperanza de que algún día se hiciera una película sobre su obra en Galicia, con actores gallegos y en gallego, algo que ha sucedido por fin a los 35 años de la muerte del escritor. Localizada en Asturias, Parranda contó con José Sacristán, José Luis Gómez y Antonio Ferrandis, para los tres papeles protagonistas, además de todo un reparto de campanillas. De lo subversivo que puede ser el mensaje de esta historia, sobrevive la anécdota de que la película fuera en su día prohibida por la junta militar en Argentina. El filme «Tuvo una excelente acogida de la crítica, aunque luego su trayectoria comercial no fue muy buena, yo creo que porque se estrenó en plenas elecciones, las primeras, y en un cine de segunda categoría. Pero ha quedado como una película de la que todo el mundo habla con respeto. No se va a pedir, encima, que sea un éxito de público«[2].

La película de Ignacio Vilar es una mirada personal a la obra de Campo Amor con profundo respeto al espíritu de la novela y especial cuidado en la elección de los actores que interpretan a los tres protagonistas, ya que Vilar describe su filme como una película de personajes, y en la búsqueda de estos actores idóneos se embarcó durante tres meses. Tras encontrarlos se encerró –casi incomunicó- junto a ellos en una  residencia de Orense que bautizaron como ‘El resplandor’ en la que durante doce horas diarias, crearon, vivieron y hablaron sobre sus personajes. Cuidando todos los detalles de la caracterización, incluido el lenguaje, con gallego de los años cincuenta que incluía palabras en desuso y transformando el lenguaje literario de la novela  en cinematográfico, cambiando texto por miradas, gestos … examinando el interior de sus personajes y consiguiendo unas creaciones que guiaron totalmente la acción, ya que la cámara seguía a los actores y no al contrario consiguiendo, en palabras de Miguel de Lira, un tratamiento casi documental de la acción, a medio camino entre el nuevo y el viejo cine. La forma de hacer cine en Galicia. Honesta y brutal.

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Para ‘Morris’, si la película fuera sobre borrachos resultaría muy aburrida. Pero ‘A esmorga’ no es una borrachera, es un estado de ánimo. La vida entera es una ‘esmorga’ con ese componente trágico. Una última explosión antes del fatalismo, como el aguardiente es la última explosión en la elaboración del vino.

Además de los tres protagonistas, los otros personajes del filme son el fatalismo latente, la lluvia constante, el frío, que cala también a los espectadores, y el idioma. Todo contribuye a dotar de autenticidad a una historia en la que tanto el frío, como la desnudez y el cansancio de sus protagonistas es real. Hasta el estercolero por el que escalan en una de sus últimas escenas esta compuesto por basura orgánica. Por eso, y para ser partícipes de toda esa autenticidad, aunque la película se estrena también en versión doblada por los mismos actores, háganse un favor y disfrútenla en su gallego original subtitulado.

[1] Algo que podría, más o menos, traducirse como parranda, bacanal, juerga.
[2] Torres, M.: «Gonzalo Suárez: ‘Aunque pueda parecer un exabrupto, ‘Parranda’ es una película equilibrada’ «. El País, 11 de diciembre de 1983.

 

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